Estrategia Nacional de Desarrollo ¿Por qué y para qué?

¿En qué mundo estará actuando  la República Dominicana en las próximas dos  décadas? Un mundo donde continuará profundizándose  la importancia de la incorporación del  conocimiento, la     innovación y  las tecnologías como  factores determinantes de la capacidad de los países para mantener  altos niveles de crecimiento  a largo plazo.

Un mundo donde la población de los países en desarrollo  procurará cada vez más imitar patrones de consumo de países desarrollados, debido  a la influencia de la emigración, la Internet  y otras  tecnologías de la información y comunicación;  un mundo donde  países emergentes, como  China e India,  adquirirán la capacidad de incidir en la estructura de poder económico y político mundial, y donde el aumento del consumo de   grandes masas poblacionales pondrá presión sobre la disponibilidad de los recursos energéticos, alimentos y materias primas en el ámbito global, un mundo donde la acentuación de la severidad de los efectos del cambio climático generará   pérdidas de vidas humanas y de  infraestructura productiva que ha costado años construir.  

Si dudas,  el curso que seguirá la República Dominicana en las próximas dos décadas estará condicionado por lo que suceda en el  entorno mundial, y lo que efectivamente logremos ser en el 2030 dependerá también en gran medida de lo que hagamos o dejemos de hacer para   enfrentar  los retos que dicho entorno mundial plantea.  Estamos pues en un momento de decisiones  cruciales respecto a lo que queremos y podemos ser  en los próximos veinte años.

Estos momentos de cambio de rumbo no son nuevos para la República Dominicana.  A finales de los 70 era evidente la dificultad que enfrentaría  la industria azucarera  para continuar siendo la “espina dorsal” de nuestra economía, en un contexto de aumento del  proteccionismo agrícola en los países desarrollados y el surgimiento de otros sustitutos del  azúcar de caña.  El país, en ese entonces, optó por la estrategia  de desarrollar el turismo y las zonas francas de exportación, sobre la base de atraer inversión extranjera con el ofrecimiento de una mano de obra poco calificada dispuesta a aceptar bajos salarios, el aprovechamiento de las preferencias arancelarias  de la Iniciativa para la Cuenca del Caribe y el atractivo de nuestras playas.    Con ese modelo, el ingreso per cápita  de la República Dominicana pasó de US$988 en 1980 a US$3,247.4 en 2005, creciendo a una tasa promedio anual de 4.9%, y logró cubrir sus necesidades de divisas con remesas y los aportes del turismo y las zonas francas.

En el plano social, aunque  hubo avances importantes en materia de reducción de pobreza y,  en menor medida, en reducción de desigualdad, el país no logró avanzar con la misma rapidez en el mejoramiento de sus condiciones sociales e institucionales, en particular en materia educativa y en efectividad de la acción gubernamental.    En un mundo con barreras comerciales reducidas, este modelo sólo es posible si  nuestros trabajadores  y profesionales  estuvieran dispuestos a trabajar por los salarios que ganan sus contrapartes de los países asiáticos altamente poblados. Sólo para mencionar un ejemplo:  los ingenieros y profesionales hindúes que trabajan en servicios de tecnologías de información y comunicación ganan entre U$250 y US$420 al mes   (aproximadamente entre 9 mil y 15 mil pesos mensuales).

También podría pensarse que el turismo seguirá siendo la vía para asegurar la generación de empleos y divisas necesarios, pero esto requiere asegurar  una actividad turística de mayor valor  y que sea ambientalmente sostenible, a fin de que los recursos en los que  la actividad  se sustenta no terminen siendo degradados.    Si se le pregunta al dominicano o dominicana como le gustaría que fuera el país en los próximos veinte años, la  gran mayoría  quisiera ver una economía que se desarrolla y prospera, que es capaz de ofrecerle oportunidad de un empleo con un ingreso que le permita vivir dignamente en un entorno de seguridad, buen gobierno y  menos pobreza y desigualdad.

Quisiera también ver resueltas muchas de sus necesidades más apremiantes asociadas a mejoras en las calles, electricidad, acceso a agua y saneamiento y reducción del costo de la vida, entre otros.  Sin embargo, bajo las condiciones que están perfilando las relaciones económicas, sociales, políticas y medioambientales de los próximos veinte años a nivel mundial, la población dominicana no podrá ver satisfechas esas aspiraciones por una vida mejor,  a menos que se  aboque  a reorientar el modelo de desarrollo vigente.

La historia del siglo XX muestra que las  naciones  que lograron diversificar  sus estructuras productivas y elevar los niveles de ingreso y calidad de vida de su población, como ha sido el caso de Japón, Corea, Singapur,  Irlanda o los países nórdicos,  adoptaron   un  conjunto de políticas coherentes y articuladas, orientadas a elevar la  productividad y competitividad de largo plazo, a desarrollar sus recursos de forma eficiente,  y a consolidar  una estructura institucional consistente con los objetivos estratégicos.   La implementación de una estrategia de desarrollo y la construcción de su soporte institucional son esfuerzos que desbordan el corto plazo y,  en un país democrático, requieren   de una visión compartida que concite  el compromiso de todas las fuerzas económicas, sociales y políticas para actuar en la dirección deseada. La  Estrategia Nacional de Desarrollo no debe ser de un gobierno, sino del país. Frente a la necesidad de resolver problemas que limitan el desarrollo del país,  ha sido un reclamo de diversas sectores de la vida nacional  que nos aboquemos a adoptar políticas de Estado que trasciendan el periodo de un gobierno,  que  cuenten con el necesario compromiso de todos los sectores, y  que den un sentido claro de direccionalidad de los objetivos perseguidos  y priorización  de hacia dónde  dirigir los esfuerzos y recursos.

En ese marco, la nueva Constitución de la República ordena que el  Poder Ejecutivo, en consulta con los partidos políticos y  el Consejo Económico y Social,  elabore y someta al Congreso Nacional una Estrategia de Desarrollo que defina la visión de la Nación para el largo plazo.  Asimismo, en la ley 49-06  se plantea que la Estrategia de Desarrollo debe identificar los problemas prioritarios que deben ser resueltos, las líneas centrales de acción  necesarias para su resolución y la secuencia de su implementación, así como los principales compromisos que asumen los poderes del Estado y los actores políticos, económicos y sociales del país, tomando en cuenta su viabilidad social, económica y política. En cumplimiento del mandato constitucional y legal, el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, con la colaboración del  Consejo Nacional de Reforma del Estado, ha presentado al país una Propuesta de Estrategia Nacional de Desarrollo al 2030.

La Estrategia Nacional de Desarrollo no es una camisa de fuerza sino un mapa de ruta.
Si efectivamente logramos concertar un conjunto básico de políticas que serán adoptadas, independientemente del Gobierno de turno  en los próximos veinte años,  con el fin de acercarnos  a la visión país deseada al 2030 y alcanzar un conjunto de metas en materia de desarrollo económico, social, institucional y medioambiental,  habremos dado un paso transcendental en nuestra vida como Nación.

La Estrategia Nacional de Desarrollo 2030 ha de trazar la carta de ruta que nos permitirá  transitar hacia un país mejor,  bajo los condicionantes que prevalecerán en el mundo durante los próximos veinte años. La Estrategia Nacional de Desarrollo 2030 es el gran paraguas en que se han de cobijar las políticas públicas en los próximos veinte años. Corresponderá a cada gestión de gobierno  implementar un conjunto de programas y proyectos específicos y contribuir a la construcción de las instituciones que permitan efectivamente avanzar en el logro de los objetivos estratégicos y la visión.


Mapa de ruta

La Estrategia Nacional de Desarrollo no es una camisa de fuerza sino un mapa de ruta. Si efectivamente logramos concertar un conjunto básico de políticas que serán adoptadas, independientemente del Gobierno de turno  en los próximos veinte años,  con el fin de acercarnos  a la visión país deseada al 2030 y alcanzar un conjunto de metas en materia de desarrollo económico, social, institucional y medioambiental,  habremos dado un paso transcendental en nuestra vida como Nación.  La Estrategia Nacional de Desarrollo 2030 ha de trazar la carta de ruta que nos permitirá  transitar hacia una República Dominicana  mejor,  bajo los condicionantes que prevalecerán en el mundo durante los próximos veinte años.  La Estrategia Nacional de Desarrollo 2030 es el gran paraguas en que se han de cobijar las políticas públicas en los próximos veinte años. Frente a la necesidad de resolver problemas que limitan el desarrollo de la República Dominicana    ha sido un reclamo de  sectores de la vida nacional a que nos aboquemos  adoptar políticas de Estado.

La cifra

988 dólares.  Era  el ingreso per cápita  de la República Dominicana  en 1980, que pasó a US$3,247.4 en 2005, creciendo a una tasa promedio anual de 4.9%, y logró cubrir sus necesidades de divisas con remesas y  aportes del turismo.

El autor es ingeniero y ministro de Economía, Planificación y Desarrollo

Fuente: Hoy

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