Desafío de la agricultura en el país

El país  está enfrentando  la necesidad de aumentar rápidamente la producción agropecuaria, mejorar la calidad y reducir los costos de los productos para que  sean compatibles con el bajo poder adquisitivo de la mayoría de los consumidores nacionales y competitivos en los mercados internacionales.

Además, mejorar los ingresos de los agricultores, generar empleos y ofrecer condiciones atractivas de vida para las familias rurales en su propio medio y con ello disminuir el éxodo rural.

Para lograr lo anterior, es absolutamente indispensable promover la modernización del sector agropecuario y la tecnificación de la agricultura, volviéndola más productiva, eficiente, rentable y competitiva.

Si no se moderniza el sector agropecuario y no se tecnifica la agricultura, ninguno de los desafíos antes mencionados podrá ser enfrentado con éxito. Esta necesidad es tan evidente, que está fuera de discusión.
Además, es preciso llevar a cabo esta modernización en forma equitativa, es decir, hacerlo de manera tal que todos los agricultores tengan reales oportunidades de beneficiarse de estos avances tecnológicos; porque sólo así ellos podrán hacer un aporte al desarrollo nacional con la eficiencia que exigen los tiempos modernos.

Sin embargo, es difícil, por no decir imposible, lograr dicha equidad si se sigue adoptando el modelo de desarrollo agropecuario convencional. En éste, los agricultores dependen excesivamente de factores externos a sus fincas, tales como las decisiones del Gobierno, el crédito y otros servicios del Estado, las semillas y sementales de alto potencial genético, los insumos, los equipos, los subsidios y las garantías oficiales de precios y de comercialización, a los cuales, según fuentes confiables, más del  50 por ciento de los agricultores del país no tienen acceso, en forma completa, permanente y eficiente. En tales circunstancias y de seguir adoptando dicho modelo, no puede haber crecimiento agropecuario con equidad, por la sencilla razón de que no existen recursos en cantidad suficiente para ofrecer a todos los agricultores.

El ignorar o subestimar esta verdad de fondo ha sido la principal causa por la cual han fracasado la mayoría de los proyectos lanzados en el país con el fin de promover el desarrollo del sector agropecuario.  Es necesario hacer algo para romper esta contradicción entre lo que se desea y lo que realmente se puede hacer.
Teóricamente, existirían dos alternativas para lograrlo. La primera sería incrementar el volumen de los recursos destinados al desarrollo del sector agropecuario, de modo de poder ofrecer todos los factores antes mencionados a la totalidad de los agricultores; hipótesis ésta absolutamente insostenible y fuera de contexto dentro de la actual situación de crisis del país.

La segunda hipótesis -ésta es más realista- sería adoptar un modelo alternativo de desarrollo agropecuario que posibilite a los agricultores protagonizar un desarrollo más endógeno, más autogestionario y más autogenerador para que ellos se vuelvan menos dependientes de los factores antes mencionados, es decir:
a) de las decisiones que el Gobierno no adopta o no lo hace en el momento oportuno;
b) de los servicios del Estado, que suelen ser insuficientes e ineficientes, y
c) de los recursos externos a sus fincas y comunidades, que no están disponibles en la cantidad que sería necesaria para satisfacer las necesidades de todos los productores agropecuarios.

Ello significa trabajar a partir del uso racional de los recursos internos que poseen los agricultores y potenciarlos con la introducción de tecnologías de bajo costo, adecuadas a las adversidades físicas productivas y a la escasez de recursos de capital; porque son éstas las circunstancias reales que caracterizan a la gran mayoría de los productores agropecuarios en el país.

Tal necesidad se ha hecho más evidente y urgente, debido a la orientación económica en la cual los gobiernos tienden a disminuir aún más sus atribuciones, su aparato de apoyo al agro y los ya escasos recursos que destinan al desarrollo del medio rural.

Este nuevo modelo de desarrollo agropecuario más protagónico (el agricultor como agente de su autodesarrollo) y más pragmático (basado en los recursos que los agricultores realmente poseen) exige la formulación de políticas agrícolas congruentes con estos nuevos desafíos; la adecuación de los servicios de apoyo al agro a esta nueva realidad; la generación y difusión de nuevas tecnologías agropecuarias; la capacitación de los agricultores y la organización de sus comunidades para que utilicen racionalmente los recursos productivos que realmente poseen, y para que ellos mismos puedan protagonizar la solución de sus problemas, con menor dependencia de los factores externos y escasos a que nos hemos referido. Para enfrentar todos estos nuevos y poco conocidos desafíos, es absolutamente indispensable adecuar la formación de los profesionales de las Ciencias Agrícolas (ingenieros agrónomos, médicos veterinarios, ingenieros forestales y zootecnistas) de tal manera que reciban una formación muy diferente de la que actualmente se les ha estado ofreciendo.

Sólo así estarán en condiciones de conciliar las cada vez mayores necesidades de los agricultores, con las cada vez menores posibilidades de los gobiernos de satisfacerlas. Este es el urgente y gran problema cuya solución deberán asumir las facultades de Agronomía, Veterinaria y  Recursos Naturales de nuestras universidades, las cuales, con muy pocas excepciones, están en el mismo estado de deterioro académico y de infraestructuras de laboratorio y campos experimentales  que nuestros pequeños y medianos productores, produciendo un profesional agrícola para llenar los escritorios de las instituciones del sector agropecuario y las nóminas del Estado y de los partidos políticos.

La cifra

50.0 por ciento.  Es la cantidad de productores del país que no tiene acceso permanente y eficiente a créditos,  compras de semillas, equipos, insumos, garantías de precios de  sus productos y derecho a subsidios, entre otros.

Nuevos desafíos

Para enfrentar los nuevos y poco conocidos desafíos, es absolutamente indispensable adecuar la formación de los profesionales de las Ciencias Agrícolas (ingenieros agrónomos, médicos veterinarios, ingenieros forestales y zootecnistas) de tal manera que reciban una formación muy diferente de la que actualmente se les ha estado ofreciendo. Sólo así estarán en condiciones de conciliar las cada vez mayores necesidades de los agricultores, con las cada vez menores posibilidades de los gobiernos de satisfacerlas. Este es el urgente y gran problema cuya solución deberán asumir las facultades de Agronomía, Veterinaria y  Recursos Naturales de nuestras universidades, las cuales, con muy pocas excepciones, están en el mismo estado de deterioro académico y de infraestructuras de laboratorio y campos experimentales.

El autor es PhD, agrónomo y doctor en Agricultura.

Fuente: hoy

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